Si fuese un funcionario coherente anularía mis vacaciones para tornarlas en merecida baja. Mas no lo soy y, tonto de mí, gasto mis cinco preciados días de permiso o libertad condicional en observar como la bisagra trasera de mi ser evoluciona favorable o desfavorablemente según la pastilla, el doctor, la postura y fundamentalmente mi ánimo.
Cito pues a mi querida Escarlata y pongo a Dios por testigo de que nunca más dejaré que se oxiden los goznes de mi ser, poniendo de una vez por todas remedio antisedentario a toda esta sinrazón.